sábado, 20 de febrero de 2010

uno de sus olvidos


Perdiendo el norte o cómo dejarse las llaves o el horno encendido, tras darle mil vueltas a qué hacer para cenar, no es que sea una gran cocinera, porque hasta las pizzas del super se me quedan crudas, pero siento la llamada de la cocinera que llevo en mi o eso creo... a veces.

En fin, otro día normal, la música alta, los libros desparramados por todas partes, incluso en la bañera y una retahila de folios de no se sabe muy bien qué invaden el pasillo y la sala de estar. En realidad soy amante del orden, pero entre un perro, un gato, dos hámsters y un pez, es inevitable que todo esté en su sitio... en realidad miento, a estas alturas de la vida no sé si comparto piso o son ellos los que me dejan vivir aquí, aunque sinceramente, no sé muy bien qué harían sin mi... eso es lo que me estoy ahora mismo... ¿Qué estarán haciendo?... no quiero ni pensarlo porque dentro de nada es la hora de cenar.

Han llamado a la puerta, contesto y es el cartero que trae algo certificado... me miro al espejo y... bueno, supongo que sería más decente abrir la puerta peinada y con la cara recién lavada, pero qué más da. Abro la puerta cojo el sobre, firmo cuidadosamente el papel y le digo 'hasta luego' a la cartera.

¡Sorpresa! Es para mi, en el sobre de color marrón aparece mi nombre debidamente escrito a máquina, algo que me sorprende bastante ¿Quién escribe cartas con máquina de escribir? Tampoco hay remitente, no tengo ni idea de lo que puede ser. De camino a la cocina empiezo a abrir el sobre, pero un olor a chamuscado me pone en alerta y hace que la marcha se acelere dejando atrás de mi camino un pequeño grito. Sí, la pizza se ha calcinado... puffss... pues nada, toca fruta que también viene bien, según dice mi querido compañero de piso, me faltan vitaminas, aunque más bien lo que creo que me falta es un cambio de aires, por eso mismo abro la ventana, porque el olor a pan churruscado es bastante desagradable.

Una vez ventilado el intento de incendio, decido qué me apetece más si una manzana o un yogur, sin lugar a dudas me declino por el yogur ¡Calcio y vitaminas! ¡Dos en uno!... me rio sola, no tengo remedio.
Me siento, enciendo la televisión y veo que están haciendo ese programa tan extraño que le gusta a mi otra compi, nunca voy a entender cómo puede gustarle eso, bueno sí... le hace sonreír y pese a estar en contra de este tipo de programación, verla reir es muy reconfortable.

Definitivamente decido ponerme una película, no hacen nada bueno y para no estresarme decido coger un clásico El Mago de Oz ¿Quién no ha querido nunca ir dando saltitos por las baldosas amarillas? Supongo que los que no se pierden a mitad de camino consiguen llegar a su particular Oz, ojalá supiera cuál es el mio. Pasan los minutos y recuerdo que no he abierto el sobre.
Me voy a la cocina, pero antes paro en el espejo que hay en el pasillo y me hago una mueca, mientras esquivo a mi gata, enciendo la luz, cojo el sobre y vuelvo a la sala de estar, esta vez paso de largo el espejo.
Sentada en el sofá abro el sobre y se desliza entre mis manos una fotografía en blanco y negro de una ventana cerrada, la giro y detrás escrito a mano con rotulador negro pone '¿Lo recuerdas?'

No sé muy bien qué cara he puesto porque la gata ha saltado del sofá... porque no, no lo recuerdo.
Algunos dicen que la mayoría hemos tenido vidas anteriores, a lo mejor la imagen se refiere a eso, pero me cuestiono notablemente qué pude ser en mi otra supuesta vida, porque no recuerdo absolutamente nada.
Apoyo la fotografía en el vaso de agua que hay encima de la mesa de la salita y lo observo de lejos sentada en el sofá y me pergunto qué debería recordar o tal vez a quién...